Falsos mitos en sexualidad se arrastran desde tiempos inmemoriales y, pese a que no tienen ningún fundamento científico, calan hondo en la población. Y no solo ocurre entre los jóvenes que viven el despertar de su sexualidad. Las ideas falsas hacen mella en todas las franjas de edad. Ponerles freno se ha convertido en una cuestión fundamental para los profesionales de salud, puesto que sus secuelas pueden alcanzar cualquier esfera de la vida y provocar desde embarazos no deseados a depresión.
El porcentaje de mujeres en nuestro país que mantienen relaciones sin ninguna protección es del 15,9%, sobre todo en menores de 24 años.
Los efectos secundarios de las falsas creencias no solo se quedan en el plano físico, ya que los expertos alertan de que “las repercusiones en la esfera psicológica, en todas las edades, pueden ser muy serias”. Por ejemplo, como el complejo de pene pequeño, que, aunque a algunos les resulte gracioso, puede derivar en secuelas graves. Como cualquier otro complejo, no solo afecta a la sexualidad. “Poco a poco, los afectados dejan de intentar hablar con personas del sexo opuesto y se van encerrando en sí mismos”. Y cuanta más importancia alcancen, más difícil es para el afectado, tanto que puede pasar factura al entorno académico, laboral o familiar. Llegan a ocasionar verdaderos conflictos internos.
A pesar de que la sexualidad de una persona no tiene fecha de caducidad, persiste la creencia de todo lo contrario. Hay muchos hombres convencidos de que, con los años, se encaminan de manera irremediable hacia la impotencia. Si esta idea se fija en la persona, esta puede llegar a obsesionarse con que llegue el final. Y si no acude a la consulta de un experto porque tiene asumido que es lo normal, incluso puede llegar a sufrir una depresión.
En una sociedad como la española, a menudo la valía del hombre se mide por su virilidad y es un problema cuando uno ya no puede demostrarla.
En las relaciones sexuales, cualquier complejo asociado a los cánones de belleza establecidos en la actualidad puede influir en las personas. Estos modelos implantados, además de tener repercusiones en la salud física, también se relacionan con los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). No dar la talla -a nivel físico o de rendimiento- genera ansiedad, inseguridad, aislamiento como medida de evitación y comportamientos depresivos e, incluso, incapacidad de tener una relación de pareja.