Tal y como os adelantamos la semana pasada, si investigamos la bibliografía acerca de los abusadores sexuales jóvenes o adolescentes, se observa que la mirada está puesta con más frecuencia en las víctimas.
Realmente se desconoce una estimación certera de víctimas infantiles, entre otras cosas, por la escasez de revelaciones del abuso. Por otro lado, cuando se trata de abusadores adolescentes o muy jóvenes, se intentan evitar denuncias y el ingreso de éstos al circuito judicial.
Hace varias décadas, las conductas abusivas juveniles eran consideradas “tonterías de varones”, “cosas de los muchachos”, y se ignoraba la severidad del daño que se podía ocasionar. Se consideraba que el abuso sexual a menores era producto del desarrollo normal de la agresividad adolescente, el resultado de su lugar marginal en la sociedad, o consecuencia de las restricciones sociales para expresarse sexualmente. Actualmente, ante el caso de abusadores sexuales menores de edad, es difícil definirlos, comprenderlos, e intervenir profesionalmente desde los marcos institucionales y legales. En el Instituto Andaluz de Sexología y Psicología abordamos distintas técnicas de intervención psicodinámicas, pero semi-estructuradas, y adaptadas a las variables intervinientes en cada situación.
Por un lado, estos jóvenes evidencian una conducta sexual inadecuada, presentan problemas inespecíficos de adaptación y, posiblemente, su comportamiento constituirá la expresión de una trayectoria vincular individual y social dolorosa, que puede merecer la comprensión, intervención y consideraciones referidas a menores traumatizados con significativas carencias emocionales.
Por otro lado, son jóvenes que han dañado profundamente a otros/as menores, que necesitan ser protegidos de otras víctimas. Esta es la perspectiva que no siempre es fácil de integrar por múltiples factores, entre ellos, interpretaciones familiares y sociales, contextos jurídicos, niveles de responsabilidad, comprensión, procesos cognitivos y motivaciones. Por otra parte, es relevante tener en cuenta que no es llamativo observar a algunos adolescentes con una conducta considerablemente sexualizada, y que sin embargo no abusan de otros/as.