La sexualidad nos permite disfrutar de una comunicación de sentimientos y sensaciones con otra persona, además de ser una fuente de placer y bienestar. Cualquier elemento que se interponga entre la naturaleza y dos personas que deseen compartir su sexualidad distorsiona sus beneficios. El sexo y las drogas forman una combinación, cuanto menos explosiva, pero éstas últimas ni mejoran la capacidad de seducción ni la relación entre los sexos, la deterioran.
El abuso y la dependencia de estas sustancias nocivas supone un gran problema y amenaza para la salud de quienes las toman. Entre ellas destacan el alcohol, anfetaminas, alucinógenos, LSD, cannabis, marihuana, cocaína, nicotina, morfina, hipnóticos y anseolíticos y drogas de diseño, entre otras muchas.
¿Qué son las drogas de diseño?
Son aquellas que pueden ser sintetizadas o preparadas en un laboratorio a partir de sustancias químicas ‘no naturales’ y por lo general, imitan los efectos de las drogas naturales. Las más populares son los análogos de las anfetaminas Speed o METH, MDMA y éxtasis. Todas ellas son estimulantes y su uso crónico puede provocar graves trastornos mentales con síntomas de ezquizofrenia. La gente que las consume lo hace porque provoca euforia y desinhibición pero, pese a generar un aumento de deseo sexual, repercuten de forma negativa en el organismo.
Estas drogas, tanto el alcohol como los derivados del cannabis, producen eyaculación retardada, que disminuyan las neuronas hipotalámicas que producen la oxitocina implicada en la respuesta sexual de ambos sexos; disminución de lubricación vaginal en las mujeres, y reduce, entre otros, los niveles de testosterona así como el funcionamiento ovárico en las mujeres.