Es una deficiencia de la lectura, la escritura y el aprendizaje. No se puede diagnosticar hasta que el niño no cumple entre 5 y 8 años.
Hay una serie de síntomas que pueden servir de indicadores de alarma para los padres. Están relacionadas con el nivel de comprensión y lenguaje del niño, ya que, es habitual que a los cuatro años un niño hable con fluidez y tenga una capacidad lingüística, que en el caso de los niños disléxicos, no se produce.
Suelen tener problemas para memorizar canciones, problemas de ritmo, falta de concentración e, incluso, les cuesta hacer un puzzle por muy sencillo que sea. La dislexia dificulta la tarea de acceder a leer palabras, tanto las que son conocidas o muy frecuentes y se pueden reconocer por la ortografía (dislexia visual u ortográfica), como las palabras menos frecuentes pero que se leen traduciendo los sonidos de las letras que lo componen (dislexia fonológica) o ambas.
Otras características que se suelen dar son: falta de habilidad para recordar nombres, maneras diferentes de coger el lápiz, dificultad para atarse los cordones, mantienen mal el equilibrio patinando o montando en bicicleta, dificultad para realizar operaciones de matemáticas. Tienen gran creatividad y curiosidad.
El principal apoyo para los niños disléxicos es siempre la familia. Es muy importante que se sientan queridos y entendidos por sus seres más cercanos y que estos no les reprochen su rendimiento escolar, al contrario, que les brinden apoyo emocional, entiendan la naturaleza del problema de aprendizaje y hagan todo lo posible para ayudarlo y superarlo.